Poder y autoridad en la Palabra de Dios
30 mayo, 2015Eres un tesoro especial
31 mayo, 2015Tu actitud de adoración al único y sabio Dios se desarrolla cuando comprendes que la gloria, el poder, el gobierno y la autoridad son sólo para Dios.
Cuando tu naturaleza humana empieza a aceptar esta verdad, dejas que sea Dios quien haga lo necesario en tu vida y en la vida de los demás.
Dejarle a Dios en sus manos todo cuanto sucede a tu alrededor y en tu persona misma, evita que te desgastes al imponer tu voluntad en las situaciones.
La adoración sincera a Dios siempre te llevará a entender que no se trata de ti, ni de lo que tú quieres; sino que se trata de Dios y de su buena, agradable y perfecta voluntad.
Esto significa soltar todo para que Él sea realmente el Rey soberano en todo momento.
Si dejas el control de todas las cosas y las personas en manos de Dios, seguramente no te molestará cuando los demás no actúen como tú quieres que lo hagan.
Tampoco te causará molestia cuando alguien no te toma en cuenta o que no reconozcan lo que tú haces. Esto es algo que sólo se logra rindiéndote en adoración a tu Rey y Señor.
Es una realidad que en la rendición total a Dios, dándole todo el honor y reconocimiento a Él, encontraremos su aceptación, su abrazo amoroso. Lo que cuenta es que tú eres importante para Dios y Él se encargará de todo.
Todo lo que tú no puedes hacer, Él lo hará el día de hoy. Entrega todo al único y sabio Dios, deja todo en sus manos, porque Él es el único Rey Soberano sobre todo.
Oremos al único y sabio Dios:
“Padre Dios: reconozco que tú eres el más importante, glorioso y poderoso… renuncio buscar mi propia gloria y a tener el control de las cosas y las personas.
Tú eres Dios y Rey soberano, el único que merece alabanza, adoración y gloria. Me rindo ante ti proclamando tu nombre sobre todo nombre y me pongo bajo tu preciosa voluntad.
Te cedo el derecho de gobernar en mi vida y la de los demás, porque sólo tú sabes lo que tus hijos necesitamos. Yo sé que todo resultará para mi bien. En el nombre de Jesús. Amén.”
Mucho te ayudará meditar y confesar el siguiente versículo, pidiendo a Dios que lo revele y lo grabe en tu corazón:
«Que toda la gloria sea para Él, quien es el único Dios, nuestro Salvador por medio de Jesucristo nuestro Señor. ¡Toda la gloria, la majestad, el poder y la autoridad le pertenecen a Él desde antes de todos los tiempos, en el presente y por toda la eternidad!». Judas 1:25 NTV
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Lidia E. Cames
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