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Final con propósito: Dios obra aún en el dolor
20 julio, 2025Alabar a Dios no es sólo un acto reservado para el templo o los momentos alegres de la vida. Es una decisión poderosa que puede cambiar por completo la manera en que enfrentamos nuestras situaciones, incluso las más dolorosas. Cuando una mujer decide alabar a Dios a toda hora, su corazón se llena de paz, fortaleza y esperanza, aunque su entorno parezca oscuro.
El Salmo 113:2-3 puede entenderse de dos formas:
«Bendito sea el nombre del Señor ahora y para siempre. En todas partes —del oriente al occidente—, alaben el nombre del Señor». Salmo 113:2-3 NTV
Aquí vemos una invitación a que todas las naciones, sin importar el lugar, glorifiquen el nombre del Señor. Pero el mismo pasaje en otra versión nos ofrece otra mirada:
«Bendito es su nombre por los siglos de los siglos. ¡Alábenlo desde el amanecer hasta que el sol se ponga!». Salmo 113:2-3 NBV
Esta segunda versión nos habla del tiempo: alabar a Dios desde que inicia el día hasta que termina, en cada instante, sin importar las circunstancias.

Vamos a alabar a Dios en medio del dolor
Quiero invitarte a enfocarte en esta segunda manera de ver el texto: alabar a Dios en todo momento. Desde que abrimos los ojos por la mañana, hasta que cerramos el día, nuestras palabras pueden ser un canto de gratitud y honra para el Señor.
A veces, la vida trae consigo momentos muy difíciles: la pérdida de un ser querido, una enfermedad, una traición, problemas financieros, o heridas emocionales. No siempre es fácil cantar cuando el alma está rota. Sin embargo, ahí es donde la alabanza se vuelve más significativa.
Podemos llorar, sentir frustración o enojo… pero aun así, podemos elegir decir con nuestra boca: “Señor, tú eres bueno, y sigues estando aquí conmigo”. Es justo en ese momento de debilidad cuando alabar a Dios se convierte en un acto de fe y de amor.
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Job, en medio de su dolor, no dejó de reconocer la soberanía de Dios:
«El Señor dio y el Señor quitó. Alabado sea el nombre del Señor». Job 1:21 PDT

Actividad práctica: Diario de Alabanza
Empieza con algo pequeño pero profundo:
Coloca una libreta junto a tu cama y llámala “Mi diario de alabanza”.
Durante una semana, al despertar y antes de dormir, escribe una razón por la que puedes alabar a Dios ese día. Puede ser algo grande o pequeño: una respuesta a la oración, el canto de un pájaro, la sonrisa de tu hijo, o simplemente el hecho de que Dios está contigo.
Hazlo aun cuando te sientas triste o cansada. Verás cómo poco a poco se forma en ti una actitud de adoración que no depende de lo que vives, sino de quién es Dios.
Cierra el día con alabanza
Hermana, alabar a Dios a cada hora no significa ignorar el dolor, sino decidir poner nuestros ojos en Aquel que está por encima de todo. La alabanza no cambia lo que vivimos, pero transforma cómo lo vivimos. Nos fortalece, nos consuela y nos recuerda que no estamos solas.
Termina tu día hoy con una oración de gratitud. Aunque haya lágrimas en tus ojos, permite que tus labios glorifiquen al Señor. Él te ve, te escucha y te acompaña… siempre.
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Que el Señor abrace tu corazón con su amor, tu amiga,
Lidia E. Cames
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