Cómo derrotar a un enemigo poderoso
20 noviembre, 2017Cómo creerle a Dios.
28 noviembre, 2017Voy a platicarte mi testimonio de la forma en que descubrí que las riquezas materiales no son un problema para Dios. He comprobado que el problema es la actitud que tenemos en el corazón.
Hace algunos años escuché el testimonio de una mujer. Ella había tenido una posición económica bastante cómoda, donde podía gozar de algunos lujos que no son accesibles para todos. Tenía un puesto de mucha importancia en una empresa privada.
Sucedió que la empresa donde trabajaba la despidió y de pronto se encontró sin trabajo, por consecuencia sin dinero. Perdió su casa, su vehículo, su pareja y sus amigos.
En este punto del testimonio, yo pensé (toma nota, sólo lo pensé, nunca lo dije):
«Eso le sucedió porque trabajaba en una empresa privada, pero nunca me va a pasar a mí; porque mi esposo y yo tenemos plazas permanentes en el gobierno, de ahí nadie nos puede despedir».
¡Cuánta soberbia! Eso es vivir independiente de Dios. No reconocí que todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a Dios, no a las circunstancias.
No pasó mucho tiempo cuando Dios decidió que era tiempo de que yo aprendiera.
Mi esposo y yo tomamos una decisión financiera (obviamente sin consultarlo con Dios), que provocó una gran crisis en nuestros sueldos.
Fue un tiempo de pérdidas materiales, pero también de arrepentimiento y aprendizaje.
Nos humillamos al Señor pedimos perdón y aceptamos la corrección.
Las riquezas materiales no son el problema
«Amigo mío, tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!». Lucas 12:19 NTV
La enseñanza que Dios me dio fue menos dura que la de este hombre:
«¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado?» (v. 20).
Dios tuvo misericordia para mí. ¡Bendito sea!
Sufrí las consecuencias de mi error junto con mi familia; pero en ese tiempo aproveché para aprender a depender de Dios y a reconocer su mano de misericordia.
Hoy puedo darte testimonio, no de tener mucho dinero, sino de que Dios restauró mi economía después de haber restaurado mi corazón.
Él multiplica lo que te da cuando lo reconoces como la fuente de la riqueza y aprendes a depender de Él. Te provee lo necesario justo en el momento que lo necesitas cuando aprendes a esperar en su provisión.
Mira lo que Jesús dice con respecto a la riqueza:
«Así es, el que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios es un necio». Lucas 12:21 NTV
LAS RIQUEZAS NO SON EL PROBLEMA… Lo que es un problema es una pobre relación con Dios.
Desear las riquezas no es el problema, el problema está en poner tu confianza en ellas y desearlas más que la presencia de Dios.
El problema no está en tener riquezas, sino en querer acumular más y más.
La voluntad de Dios es bendecir a sus hijos todo el tiempo. Él es generoso con las bendiciones.
Por qué la bendición no llega
Pero yo encuentro en este versículo la razón por la que la bendición económica no llega para todos:
Porque a Dios le interesa nuestro corazón, Él sabe de las decisiones que tomaremos dentro de una semana, un mes o un año.
Él conoce si estamos propensos a caer en el pecado de avaricia o codicia. Él sabe si seremos buenas administradoras de la bendición. Sabe desde ahora si le daremos la honra y la gloria a Él por las riquezas que tengamos.
El anhelo de nuestro Señor es que en nuestro corazón le demos el lugar más importante. Que toda nuestra confianza esté puesta en Él.
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Recuerda que Dios sabe qué lugar ocupa Él en tu corazón.
Dios vio la condición de mi corazón y te aseguro que también puede ver el tuyo.
Necesitamos empezar a depender de Dios y no de lo que tenemos o lo que no tenemos. Entonces podrás ver que las riquezas materiales no son un problema para Él.
Si todavía no tienes esas riquezas materiales, te conviene empezar a cultivar tu relación con Dios para que tu corazón sea preparado y encaminado a la dependencia de Dios.
Amiga lectora, deseo que tu relación con Dios vaya en aumento cada día y que seas bendecida abundantemente en el área material.
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En el amor de Cristo, tu amiga y hermana,
Lidia E. Cames
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