La clave para vivir en paz
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16 junio, 2017El versículo que hoy te comparto me habló tan directamente que me llevó a una pregunta: ¿Cómo saber si eres una persona perfeccionista?
El perfeccionismo viene del deseo de ser mejor en todo. Es bueno que busquemos la excelencia en lo que hacemos, pero es muy delgada la línea que existe entre ser excelentes y ser perfeccionistas.
Necesitamos enfocarnos en que a Dios le agrada que busquemos ser mejores cada día, sin caer en ese perfeccionismo competitivo que no nos hace bien.
Dios no quiere que te enfrasques en una competencia en todo lo que hagas. Y mucho menos querer siempre ser ganadora encima de los demás.
Una persona perfeccionista siempre va a ver el defecto. Todo puede ser impecable, pero ella se fija solamente en el papelito del rincón.
Vive con un constante miedo a equivocarse… De hecho no se perdona los errores. Además de tener siempre una gran preocupación por la opinión de los demás.
El perfeccionismo exagerado paraliza a la persona: no puede avanzar en ningún proyecto hasta que todo esté sumamente perfecto.
¿CÓMO EVITAR EL PERFECCIONISMO?
Es bueno buscar la excelencia en todo lo que hagas: realizar trabajos con calidad, cuidando los detalles para tener un resultado satisfactorio. Evitar los errores en lo posible, es bueno.
¡Muy bien! Porque Dios te creó para hacer buenas obras.
Es muy delgada la línea que hay entre el deseo de hacer bien las cosas y obsesionarse con lograr la perfección.
CUIDADO CON LOS MOTIVOS PARA QUERER SER PERFECTA.
El deseo de perfección motivado por el amor es respaldado por Dios… Pero el perfeccionismo motivado por el orgullo es desagradable ante sus ojos.
Quiero hablarte de dos consejos que nos da Dios en su Palabra al respecto:
1.- Debemos tener humildad en lo que hacemos:
«No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad». Filipenses 2:3
El orgullo siempre motiva a las personas a ser los mejores y a no permitirse errores, además siempre está buscando la aprobación de los demás.
El orgullo impulsa a las personas a competir con los demás. Ese tipo de competencia no le agrada a Dios.
Lo contrario al orgullo es la humildad.
Es necesario cultivar la humildad en nuestro carácter. ¿Cómo? Sigue leyendo el siguiente consejo que nos da la Palabra de Dios.
2.- Hacer todo por amor:
«…y todo lo que hagan, háganlo con amor». 1 Corintios 16:14
El motivo principal para todo lo que hacemos debería ser el amor a Dios y al prójimo… Un creyente tiene la encomienda de mostrar al mundo quién es Jesús.
No se trata de actuar sin interés y dejar que las cosas se vayan como salgan. Porque cuando hacemos nuestro trabajo con amor, seguramente que el resultado será muy bueno.
Dios siempre interviene cuando ve un corazón que tiene las motivaciones correctas.
Relájate, mi amiga, concéntrate en agradar a Dios y verás que todo te saldrá bien… El mayor reconocimiento que puedas recibir es la aprobación de Dios en todo lo que hagas.
Podemos hacer un servicio de excelencia para Dios sin caer al perfeccionismo malsano.
Si encontraste que eres una persona perfeccionista podríamos empezar a eliminarlo con una oración.
Oremos:
“Señor, deseo que la motivación más grande para realizar mi trabajo sea el amor a ti.
No permitas que caiga en la tentación de querer impresionar a los demás, sino más bien, buscar agradarte a ti, mi Dios.
Renuncio al aplauso de la gente y busco sólo tu aprobación para mi vida.
Espíritu Santo, ayúdame a cultivar el amor a Dios y a mi prójimo, para que ese sea el motor que me impulse para realizar mis actividades.
Te pido que quemes toda raíz de orgullo y egocentrismo que encuentres en mi corazón. Que la gloria y la honra siempre sean para ti. En el nombre de Jesús. Amén”.
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Que el Señor guarde tu corazón con abundante paz, tu amiga,
Lidia E. Cames
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3 Comments
Amén amén y amén.. Sabías palabras. Lo que importa es agradar a Dios. Saber si lo que hago le gustará a él o no.
Hola Leyda! 😃
Amén y mil gracias por comentario tan alentador y por tu aporte que enriquece nuestro espíritu amiga bella. Que Dios te bendiga abundantemente, un abrazo 😍💖🌈
MI DESEO ES AGRADAR A DIOS. AMÉN.