Porqué no me siento digna de Dios

¡Cuántas bendiciones nos hemos perdido por pensar: “No me siento digna de Dios”! ¿Alguna vez te ha sucedido? Déjame decirte que esa es una mentira del diablo.

Esto puede suceder porque quizá has tomado decisiones que te alejan del propósito de Dios, o cuando simplemente Dios te permite vivir algo que parece negativo con el fin de enseñarte algo. En ese tiempo es cuando el enemigo aprovecha para enviarte este pensamiento. Lo hace de manera que parezca que es algo que es producto de tu razón.

Esa idea de que ‘no me siento digna de Dios’ puede ser permanente y destruir tu confianza en Él. No te deja recibir las bendiciones de Dios porque te hace sentir que no mereces nada de Dios. Te acusa de ser la peor mujer, una mala mamá, o quizá una hija malagradecida.

Puedes creer que el favor de Dios está con cualquier persona, menos contigo. Eso no hace bien a una cazadora de promesas, porque nos impide tomar lo que Dios ha designado para nosotras.

Entonces, ¿qué hacer para acabar con este sentimiento?

No pienses: No me siento digna de Dios

Cambia tus pensamientos. Decide pensar lo que Dios dice de ti en su Palabra. Tú eres una hija de Dios y necesitas pensar de ti como Dios piensa de ti.

Yo sigo aprendiendo cada día que pasa a decidir mis pensamientos. Hay veces que pierdo el control de ellos y también permito que el enemigo me acomode algunas mentiras en mi mente.

Pero gracias a Dios que el Espíritu Santo me recuerda mi identidad y lo que ya Cristo hizo en la cruz por mí. Pido perdón a Dios por permitir que esos pensamientos me controlen y sigo adelante.

Amiga, haz un trato con el Espíritu Santo para que te ayude a identificar ese pensamiento destructivo y te recuerde quién eres desde que aceptaste a Jesús como tu Salvador.

Te comparto un versículo que me ha ayudado en esos momentos en que no me siento digna de Dios:

«Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han recibido la misericordia de Dios». 1 Pedro 2:10 NTV

La verdad es que no eras digna, pero ahora Jesucristo te hizo digna. Dios te ama tanto que entregó a su Hijo para que a través de Él tú y yo fuéramos merecedoras de su amor.

Es la misericordia de Dios lo que hace la diferencia mi amiga. Su amor y compasión se han derramado sobre nosotras. Dios te ama incondicionalmente y como su hija eres merecedora de todas las promesas de la Biblia.

Una confesión de fe

Te invito a que hagas una confesión en voz alta cada vez que no te sientas digna de Dios. Te ayudará a cambiar tu pensamiento y pronto estarás gozando de la confianza en la gracia y el favor de Dios.

«Gracias mi Dios, porque aunque yo no merecía tener tu perdón, tú me amaste tanto que enviaste a tu Hijo a pagar por mí. Te doy gracias porque mi indignidad ha desaparecido por tu amor.

Yo no había recibido compasión pero ahora tengo tu amor inagotable e incondicional que me levanta, me restaura y me bendice.

Gracias porque me has elegido para ser tu hija amada. Hoy recibo tu amor y creo que la sangre de Cristo me ha hecho digna delante de ti.

Ahora sé que me amas con amor eterno y que todas tus promesas son para mí. Recibo tu amor y tu bondad en abundancia llenando mi ser entero.

Te pido que en mis momentos de debilidad me ayudes a recordar todo lo que soy para ti. Que no se me olvide que siempre has pensado en mí, que me has rescatado sólo por amor y nada más que amor.

Ayúdame a tener presente siempre que yo soy el anhelo de tu corazón y que siempre estás extendiendo tu mano para ayudarme porque me amas.

En el nombre de Jesús creo que tu gracia y tu favor están siempre conmigo. Soy digna y merecedora de todo lo bueno que tienes para mí, Señor”.

Querida cazadora de promesas, si te ha bendecido este mensaje compártelo con tus contactos en las redes sociales, coméntanos lo que desees para tener el gusto de saludarte. Que el amor de Dios, y la gracia de nuestro Señor Jesucristo estén siempre contigo, tu amiga,

Lidia E. Cames

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