Nuestro destino es la bendición de Dios

Todas las hijas de Dios debemos tener presente siempre que nuestro destino es la bendición de Dios.

Quiero escribirte acerca de esto, porque es fácil olvidarlo cuando estamos en tiempos difíciles y el temor y la angustia nos bloquean.

A veces las circunstancias que vivimos son tan fuertes que pasamos por alto quiénes somos y la herencia que tenemos.

Así que hoy te comparto este versículo que nos da fuerzas en la prueba:

«Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida». Salmo 23:6 NTV

Nuestro destino es la bendición de Dios

Dios es bueno y nos ama. ¡Sí! Dios te ama a ti y a mí. Él es bueno con nosotras.

Entonces, no hay margen para vivir en desamor y soledad, tampoco estamos expuestas a la maldad del mundo.

Por el contrario: Nuestro destino es la bendición de Dios, esto quiere decir que su bondad y amor inmerecido nos acompañarán siempre.

La bondad de Dios siempre se traduce en bendición para todas las áreas de tu vida: Es protección, sanidad, es seguridad, es provisión y muchas otros beneficios.

Por esa razón hoy antes de cualquier actividad, ponte de acuerdo con lo que dice esta Palabra y pon toda tu expectativa en la bondad y en el amor de nuestro Padre.

Suelta ese temor de que algo malo te suceda a ti o a los que amas. Acepta que Dios tiene reservado el bien para tu vida.

Comienza a creer esta verdad. Me atrevo a extenderla para nuestras familias, mi amiga.

¿Qué te parece si empiezas a proclamarla? Declara con tu boca:

“SEÑOR, YO CREO QUE TU AMOR Y TU BONDAD ESTÁN CONMIGO HOY Y TODOS LOS DÍAS DE MI VIDA. GRACIAS PORQUE MI FAMILIA GOZA DE LOS BENEFICIOS DE TU AMOR Y TU BONDAD EN TODO TIEMPO”.

A pesar de lo que tus ojos vean o lo que sientas en tu interior, aférrate a la bondad y la misericordia de nuestro Dios.

Prepárate amiga, porque hoy será el primero del resto de tus días que vivirás con amor y en bondad de Dios manifestadas en gran manera.

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Y aquí otro devocional del mismo versículo de hoy.

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Que Dios conceda el anhelo de tu corazón, un abrazo,

Lidia E. Cames

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