Si has vivido con la idea de que Dios te busca para castigarte, tú necesitas saber que Jesús vino a salvar, no a condenar a nadie. Su misión fue siempre la salvación tuya y mía.
Este mensaje es para mujeres que no conocen a Jesús y viven atormentadas por la culpa; pero también lo es para los que lo conocemos y queremos vivir de manera diferente: rechazando condenación y culpa.
Porque a veces sucede que ya tenemos a Cristo en nuestra vida y todavía el enemigo nos sigue señalando los errores del pasado para tenernos cautivas.
¿Te ha pasado que cuando recuerdas el pasado sientes algo horrible dentro de ti y le vuelves a pedir perdón a Dios? ¿Has pedido perdón varias veces por el mismo pecado?
A mí me sucedía muy seguido.
Eso es porque la culpa y la condenación no te dejan recibir el perdón que Dios ya te dio desde que le confesaste la primera vez.
Todas necesitamos recordar esta palabra de vez en cuando:
«Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla». Juan 3:17 TLA
Entonces, tú tienes un destino glorioso. El deseo de Dios es librarte de la condenación.
Jesús vino a este mundo porque anhela tenerte cerca de Él, por eso murió en la cruz: porque soñaba con salvarte de todo lo que te atormenta y te mantiene atada a una decadencia espiritual que te separa de Dios.
Si crees, en Él tienes perdón y vida eterna. Todos los días cometemos errores, tomamos malas decisiones, guardamos falta de perdón y tenemos pensamientos negativos.
Pero Jesús no te condena por eso. Al contrario: desea librarte para que tengas paz, siempre que te acerques a Él con corazón sincero.
Recordemos lo que le dijo a la mujer que sorprendieron en adulterio:
«Ni yo te condeno; vete y no peques más». Juan 8:11
Eso mismo nos dice ahora a nosotras, mi amiga.
El problema es cuando nos negamos a confesar a Dios estas situaciones, porque el enemigo de nuestra alma nos dice que Él no nos va a perdonar, que nos va a castigar y nos va a rechazar.
También está el hecho de que siempre nos enseñaron que Dios está para castigarnos por todo lo malo que hemos hecho.
No hagas caso, deja todo eso a un lado y acude a Jesús. Lo conveniente es reconocer, arrepentirse y confesar.
Es seguro que Él te va a escuchar, te va a perdonar y te va a salvar de esos pecados diarios que se acumulan para atormentarte.
Desde ahora vive feliz y libre de toda condenación.
Querida amiga, si te ha gustado este mensaje, compártelo y deja un comentario para saber que nos visitaste. Deseo que Dios te dé libertad completa, tu amiga,
Lidia E. Cames
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